Buenos días a todos. Echando mi cotidiana ojeada a las efemérides de hoy me he encontrado con dos que destacaban por encima de las demás: la primera hacía alusión al aniversario del nacimiento tal día como hoy en 1483 de uno de los más grandes humanistas de todos los tiempos, a saber, Rafael Sanzio, y la otra al de René Lalique, nacido en Francia en 1860.
Del primero os cuento una curiosidad, ya que se han escrito tantas cosas a lo largo de los siglos sobre su figura y producción artística: muchas de las figuras que pintaba tenían la particularidad de contar con seis dedos. Curioso, ¿verdad?
Investigando sobre qué razón podía llevar a este enorme genio a pintar de esta manera nos encontramos con que se creía que dichas personas tenían una capacidad añadida de interpretar profecías con enorme clarividencia, vamos, el conocido sexto sentido. ¡Qué cosas!
Ilustraré lo dicho con un par de imágenes para que lo veáis claramente:


Tanto en la mano como en el pie se observa esta singular característica.
Finalmente he decidido hacer una semblanza de este joyero y creador modernista, al que tuve la suerte de «conocer» en persona en el Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa, en Portugal. Corría el año 1987 y yo cursaba segundo curso de Geografía e Historia cuando se me brindó esta oportunidad de viajar con mis padres que acudían allí por motivos de trabajo del primero.
Hagamos una breve reseña biográfica que nos haga acercarnos a su figura:
René Jules Lalique ( Francia, 6 de Abril de 1860 – París, 5 de mayo de 1945) fue un maestro vidriero y joyero francés.
A los 16 años comenzó su aprendizaje con el joyero parisino Louis Aucoq y después siguió los cursos del Sydenham Art College en Londres entre 1870 y 1880
En ese momento estaba allí en plena efervescencia el movimiento Arts & Crafts de William Morris, revolucionando el concepto de las artes industriales y de la decoración en sí misma.

Cartel de una de las muestras de Arts & Crafts en Munich.

Uno de los motivos icónicos recurrentes de esta estética.
Lalique no fué indiferente a las influencias de este movimiento, incorporando muchos de sus principios a su sensibilidad.. A su regreso a Francia trabajó, entre otras, para las firmas Aucoq , Cartier y Boucheron.
De Cartier ya hablé largo y tendido en mi post sobre la exposición que de estos maestros hubo hasta hace muy poco en el Thyssen. Os remito a él para que conozcáis un poquito más de sus principios y estética.
Boucheron fué creada hace 150 años por Frederic Boucherón, su ingenioso «padre»
Él decía que había que saber escuchar la piedra antes de tallarla. El estudio previo de la misma era la clave. Muchos escultores dicen lo mismo, sólo es necesario sacar lo que sobra de la piedra, la obra artística ya está encerrada en ella.
Veamos un ejemplo gráfico

Magnífica filigrana de elegancia y buen gusto del joyero francés.
En este caldo de cultivo maduró la peculiar y personalísima estética de el joyero francés protagonista de nuestra historia de hoy.
Después de haber abierto un comercio en París, comenzó a concebir frascos de perfume en vidrio, siendo así el primero en imaginar la comercialización de un producto tan emblemático del lujo y del refinamiento en un envoltorio igualmente delicado y espléndido.

¡ Qué delicadeza tan sutil y maravillosa envuelve la magnífica esencia!
Pero también pensó producir estos bellos objetos en grandes series, haciendo su arte accesible a un número creciente de personas.
Durante la I Guerra Mundial diseñó medallas a beneficio de las viudas y huérfanos, que se entregaban como obsequio a cambio de donativos. Estas piezas en grandes tirajes siguen circulando a precios asequibles.

Maravillosa medalla de esa época.
En 1914, reconvirtió su fábrica de vidrio para producir material médico para hospitales y farmacias.
René Lalique no se contentaba con diseñar sus modelos, sino que construyó también una fábrica en Wingen-sur-Moder para producir en grandes cantidades, patentando varios novedosos procesos de fabricación del vidrio y varios efectos técnicos como el satinado Lalique o el vidrio opalescente.

Estos fueron los frascos que primero se produjeron en serie en la fábrica de Lalique. Un prodigio de belleza y elegancia, ¿No creéis?

Y aquí su famoso satinado en vidrio opalescente.
La excelencia de sus creaciones y el gusto que aplicaba a sus obras, le valieron los encargos para la decoración interior de numerosos barcos , trenes como el Orient Express ,iglesias como la de San Nicasio de Reims y numerosa orfebrería religiosa y civil.

Panel de Lalique en el Orient Express

Jarrón de Lalique, otro de sus prodigios en vidrio.
René Lalique fue el primero en esculpir el vidrio para grandes obras monumentales, como las puertas del Hotel Alberto I de París o las fuentes de los Campos Elíseos.

Una de las puertas del Hotel, diseñadas por Lalique.

Una de las fuentes de Lalique en los Campos Elíseos.
Y como colofón compartiré también esas joyas que admiré hace ya tanto en su museo y que dejaron tan viva impronta en mí.



Un imaginario creativo, sorprendente dentro de la poética creativa de un joyero muy grande. Sus piezas son dignas de una princesa. ¿No creéis?
Espero que os haya resultado interesante!