LOS MACCHIAIOLI EN LA FUNDACIÓN MAPFRE. UN PRECIOSO DESCUBRIMIENTO

Cuando me hallaba inmersa en la preparación del programa de exposiciones de este curso 2013-2014 apareció ante mis ojos esta exposición, que iba a tener lugar en la Fundación Mapfre de Madrid.

Lo cierto es que me sedujo poderosamente desde el minuto cero. Y es que, pese a la amplia oferta que estamos disfrutando de un tiempo a esta parte en lo referente a muestras de pintores vinculados al impresionismo, nunca nos habíamos aproximado a esta corriente nacida en aquella Italia agonizante de la época. Hagamos un poquito de historia:

Los Macchiaioli fueron una corriente de pintores procedentes de familias burguesas que se reunían en la Florencia de la época en el café Michelangiolo. Esa Florencia era un hervidero de opiniones ante la situación político-social en que estaban inmersos.

Allí, al amor del café con ron, tenían lugar encendidas conversaciones, de las que no se perdía palabra el que luego sería gran mecenas del movimiento: Diego Martelli. Él sería quien los convenciera para trasladarse a Castiglioncello, su bella propiedad en la Toscana, para que allí se sintieran libres para captar la esencia de lo que luego sería su arte.

Ante todo tenían la premisa de captar la luz de la Toscana en toda su pureza, desligándose de la rigidez académica, aún vigente.

La principal característica que vá a definir su poética pictórica es el formato apaisado de los lienzos, y el trabajo en franjas de color que vá a definir la forma de pintar de Cabianca, Fattori, Borrani, o Amatti entre otros.

El muro torto. Se observa cómo penetra la singular luz toscana desde el ángulo superior derecho, iluminando la escena. Macchia quería decir también boceto; y abocetada es esa pareja que camina a la izquierda. Son manchas de color.

Pese a que el soporte sobre el cual daban rienda suelta a su libertad era muchas veces el lienzo, quisieron emplear también la tabla, casi sin tratar previamente, y que buscaban por las noches en el puerto de Livorno entre las cajas en que los pescadores traían las diversas mercancías.

Algo que les definió también era que, pese a la novedad en el planteamiento plástico de las composiciones, el tema seguía siendo tradicional; incluso algunas obras hacían hincapié en ello, para glosar las maravillas del pasado italiano.

Vincenzo Cabianca. El contraste de color entre el turbante en que se envuelve el judío y el ropaje de su túnica, con los chapines del trovador son de un atrevimiento desconocido hasta la época.

En Castiglioncello disfrutaron enormemente, dedicándose, entre otras cosas a buscar «il vero», la verdad

¿En qué diferían de los impresionistas? Estos captaban el instante, tal cual, sin más pretensión. Los Macchiaioli pintaban al aire libre, pero la realidad que aparecía en sus lienzos era construida.

Vemos el ejemplo latente en estas aguadoras. El pintor decidió ubicar artificialmente la casa que aparece detrás, y la mata de espesos juncos de la derecha, para que compensaran armónicamente con la izquierda.

En «la sirga» aparece una velada crítica social, la única del grupo, ya que procedían de la burguesía y no solían implicarse. Un grupo de fornidos hombres se doblan para arrastrar una de las barcazas que surcaban el Arno . A la izquierda y de espaldas un burgués y una niña les dan la espalda. Otra realidad construida para acentuar el contraste. El reflejo del mascarón de la embarcación en la camisa gris azulada de uno de los porteadores es impresionante.

La «macchia» aparece en esos cuadritos de pequeño formato, en los que la mancha de color, ubicada en un espacio mínimo, de apenas 15 cms, aparecía como yuxtaposición. He aquí una representación gráfica de Fattori. ¡Impresionante!.

La vertiente política de estos pintores se vio representada en cuadros de tema bélico en actitudes antes no plasmadas, como esta escena de un descanso de los soldados. El contrapicado de la imagen, al estilo fotográfico es impactante. Además la soberbia captación del blanco del muro…increíble.

Cuentan que daban paseos alrededor de la finca, e iban buscando los blancos rompientes de las coladas…decían de ellos que eran los blancos de mayor pureza y belleza que habían visto.

También, en la línea de exaltación de la patria, pintaban numerosas escenas intimistas de las mujeres realizando labores tales como coser las casacas rojas de los partidarios de Garibaldi. Apología a un nuevo régimen que les hubiera gustado disfrutar, sin una figura real en el poder, y que, desafortunadamente para ellos nunca pudo ser.

Maravilloso retrato de la intimidad de una mujer que apoyaba la causa de su marido, cosiéndole la bandera italiana, cuyo mástil  descansa en un rincón.

Tras la etapa de Castiglioncello se abre una diferente, en la que se trasladan a la Piagentina, debido, entre otros factores, a que cierran el café Michelangiollo, causándoles una conmoción. Como dato curioso durante sus últimos encuentros en él habían entablado relación de amistad con un francés que cayó rendido ante sus postulados. Era Edgar Degas.

La visita, de Silvestro Lega. Pintó para la familia burguesa de los Batelli, y vivió un apasionado romance con una de las hijas del matrimonio. ¿No se percibe una similitud en el tratamiento con la Visitación de Fray Angélico? Querían prolongar las glorias del quatrocentto en sus pinturas

Allí, en Piagentina, cultivarán un tipo de pintura más de interior.

En este ambiente profusamente decorado por el estilo biedermayer, una mujer escribe la contestación a una carta de un modo apresurado. Prueba de que no ha podido esperar es el paraguas que ha caído delicadamente sobre su falda, y que ha sido incapaz de recoger.

Otra alusión a la pintura renacentista, en esta caso a la visitación de Ghirlandaio vemos en El canto de un Stornello, canción patriótica de la Toscana. He aquí ambas imágenes.

 

Las similitudes son asombrosas.

Para terminar hablaremos de nuestro Fortuny  que, pese a que se metió con el estilo macchiaioli, acabó siendo deudor de ellos en algunas de sus composiciones. He aquí un vivo ejemplo de que, pese a no utilizar el formato apaisado, cultivó la pintura de franjas de color.

No os la perdáis, aún tenéis la posibilidad de impregnaros de su belleza, de su alegría y colorido.

LA REAL ACADEMIA DE INGENIERÍA EN MADRID

Hace poco tuve la fortuna de visitar esta singular Institución, situada en la Calle de San Pedro, en pleno Madrid medieval. El emplazamiento de la misma en este lugar es reciente , ya que el edificio estuvo anteriormente ocupado por un restaurante, el Puerta de Moros, y previamente por el Palacio del Marqués de Villafranca. La construcción corrió a cargo de Don Pedro Álvarez de Toledo V Marqués de Villafranca, que se la encargó a Francisco Ruiz, arquitecto de renombre, que comienza su construcción en 1717, terminándola en 1734.

Como dato curioso el XI Marqués de Villafranca y de Medina Sidonia, que residió aquí, estaba casado con Cayetana de Alba, la singular protagonista de muchos de los cuadros salidos de los pinceles de Francisco de Goya.

Ya en el siglo XIX los propietarios del palacio, el matrimonio formado por la marquesa de Pinohermoso y el conde de Velle, deciden redecorar las salas principales del palacio y se lo encargan al arquitecto, pintor y escultor, Arturo Mélida. Una lástima, es un artista relevante al que no se le dá la importancia que merece. Además está presente en muchas de estas nobles instituciones. Ya os hablaré en otra ocasión de la Real Academia de Farmacia, donde se pueden admirar también sus obras.

El patio interior desde donde nos hicieron la breve introducción histórica no hacia presagiar en absoluto la maravilla que alberga entre sus muros.

Pasamos a la Sala de Juntas en primer lugar, zona de reunión de los Académicos de Honor y de Número, donde se recibe a los nuevos miembros. De ahí subimos a una sala más moderna donde nos proyectaron un interesante vídeo describiendo las labores de esta institución y quienes la integran.

Y he aquí mi sorpresa, porque en la zona de acceso se encuentra el fragmento mejor conservado de muralla cristiana de la ciudad del Siglo XII. Realmente impacta, ya que es el más grande de los que existen en la ciudad.

 

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Tras el vídeo fuimos conducidas a un fragmento del viaje de aguas que albergaba el palacete, y que además es el único visitable de toda la ciudad. De la Sierra de Guadarrama y de la de Ayllón era ( y aún es) abastecida la ciudad. Pocos Palacios disponían de su propio viaje, lo cual habla de la grandeza de éste.

Por estos singulares lugares circulaban las aguas gordas ( destinadas a regadíos y limpieza)  y las aguas finas (consideradas ideales para el consumo humano)

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Y por estos conductos circulaban los aguadores en sus mulas.  He aquí la imagen del conducto subterráneo.

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Las dependencias de la Academia han mantenido la estructura palaciega, y están asombrosamente bien cuidadas. Desde las arañas de cristal en el Salón de recepciones, hasta los minuciosos detalles, como el angelote de lapislázuli obra de Arturo Mélida, todo destila aires de otras épocas, y nos trasladan a aquellos tiempos

 

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Angelote de lapislázuli de Arturo Mélida

Excelente también el Salón de juntas extraordinarias al que daba acceso un pequeño gabinete cubierto de este curioso artesonado con platos de decoración.

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El cuadro que cuelga de la pared es de le Escuela de Rubens.

 

Detalle de chimenea de mármol con ratoncillo en mármol, obra de Arturo Mélida . Fué arquitecto, escultor, militar y pintor, hermano del pintor Enrique Mélida, trabajó en la decoración de numerosos palacetes de la alta burguesía española.

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También en perfecto estado la señorial escalera que sirve para ocasiones solemnes, tales como las inauguraciones del Curso Académico a las que acude el rey de España.

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Nos despedimos encantadas de haber descubierto esta joya en pleno centro de Madrid, y de haber disfrutado de las excelentes explicaciones que allí nos dieron.