Hoy nos aproximaremos a la figura de esta impresionante mujer.
En primer lugar lo haremos del lugar donde reposan sus restos.
Para acceder a la Iglesia del Monasterio de las Madres Mercedarias de don Juan de Alarcón es necesario tocar el nombre del colegio y atravesar una zona donde los visitantes probablemente se topen con infinidad de niños.
Sin embargo, conforme uno se va acercando a la iglesia, el silencio se vuelve sepulcral. Es un recinto sagrado donde reposa una futura santa. Se accede por la zona del altar.
Una vez dentro llama la atención, por su belleza y luminosidad, el inmenso cuadro de Juan de Toledo (1611-1665), pintor y militar español mucho más vinculado al arte de temática bélica que religiosa. El inmenso cuadro que corona el altar muestra una representación de la apoteosis de la Inmaculada que aparece rodeada de ángeles.
El gran interés religioso de esta iglesia es el cuerpo incorrupto de la Beata Mariana de Jesús, que se expone al público todos los 17 de abril. El resto del tiempo la caja donde reposa (que fue un regalo de Isabel II) permanece cerrada. La particularidad del cadáver de la beata es que, según tanto monjas como feligreses, desprende un aroma a manzana.
La vida de Mariana estuvo marcada por la fe, la autoflagelación, la renuncia y la oposición de la familia a que tomara los hábitos. De ella se dice que tuvo muchos pretendientes, entre ellos Lope de Vega. A pesar de que llegó a comprometerse con un jóven de la alta sociedad, Mariana no quiso contraer matrimonio, e incluso llegó a desfigurarse la cara cortándose las comisuras de la boca para convencer a su padre de que el único hombre de su vida era Dios.
Mariana ingresó en el convento mercedario en 1606. Allí tuvo muchas alucinaciones (más de una vez sostuvo que habló con la Vírgen y que jugó con el Niño Jesús), visiones y momentos de éxtasis.
Falleció el 17 de abril de 1624 y muchas personas acudieron a besar sus manos y sus pies, incluso un ferviente devoto intentó arrancarle un dedo para llevárselo de recuerdo.
Tres años después se exhumó el cadáver y grande fue la sorpresa de los doctores de la Casa Real al encontrar el cuerpo incorrupto, los miembros flexibles y desprendiendo olor a manzana.
El convento donde reposa inicialmente se llamó Nuestra Señora de la Concepción, fué fundado en 1609 por el sacerdote Juan Pacheco de Alarcón. Poco se sabe del origen y de la construcción de este edificio de estilo barroco, sólo que la iglesia se terminó en 1655 y que en 1671 fué reformado por el arquitecto Gaspar de la Peña.
¡Confío en que os haya resultado interesante!