NAVE DE MOTORES DEL PACÍFICO

Hoy nos aproximaremos a este rincón apasionante:

Como si de la escenografía retrofuturista de la película Metrópoli se tratase, la Nave de Motores del Pacífico y sus tres motores gigantescos impresionan al visitante de esta antigua central eléctrica, hoy destinada a difundir la historia de la ingeniería subterranea de Madrid.

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Construida entre 1922 y 1923, la Nave de Motores empezó a funcionar a partir de 1924 para asegurar y complementar el suministro eléctrico a la incipiente red de metro, cuya primera línea fue inaugurada en 1919 por el rey Alfonso XIII. El proyecto de la instalación de maquinaria estuvo a cargo de los ingenieros José María y Manuel  Otamendi, responsables tambien de la obra del metro de la ciudad, y el edificio fue obra de Antonio Palacios, quien extendió el uso de azulejos a las instalaciones auxiliares del transporte metropolitano como imagen de la compañía.

Este notable arquitecto firma algunas de las construcciones emblemáticas de la capital, como el Palacio de las Comunicaciones, actualmente sede del Ayuntamiento de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o el Antiguo Banco Central, donde hoy se ubica el Edificio Cervantesnave1Palacio_de_Comunicaciones_-_47

En su momento la Central transformaba la energía eléctrica para el funcionamiento de los trenes del metro, pero también era capaz de generar su propia energía mediante los tres descomunales motores diesel con una potencia de 1.500 caballos de vapor, importada de Alemania.

Símbolo de la modernización de la urbe, la central, que en su época fue la de mayor potencia instalada en España, también cumplió su papel en los momentos históricos. Así como la red de metro sirvió como almacén y refugio durante la Guerra Civil, la Nave de Motores proporcionó energía eléctrica a la ciudad cuando el conflicto bélico agravó las restricciones de suministro.

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Pero, a medida que las compañías eléctricas consiguieron asegurar y regularizar el abastecimiento de Madrid, la maquinaria quedó desfasada y dejó de funcionar en 1972. La clausura definitiva llegó en 1927.

En la actualidad el edificio ha recuperado, para su exhibición al público, su aspecto exterior e interior tradicional, incluyendo la limpieza y restauración de la maquinaria y otros elementos. Obsoletos, pero relucientes dínamos, alternadores y baterías, muestran al visitante su precioso pasado, y de paso, el de la ciudad.

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Merece la pena dejarse caer por allí