Qué maravilloso fué el segundo encuentro Bazar me lo Pido de la temporada. Estábamos citados en el Museo Cerralbo, poderosa razón de por sí para acudir a él. Allí nos iban a hacer un plan enormemente completo y atractivo: Como primer plato una visita al Museo, como plato principal una charla sobre la implicación del diseño de la moda renacentista en España en los bailes que se celebraban, el postre fué ver en vivo estas danzas de la mano del delicado artista Alberto Arcos, con Yolanda, su acompañante. Todo acompañado por los productos de Bendita Extremadura.
Acudimos en una mañana que, pese a pertenecer al otoño cronológicamente, era más de primavera que otra cosa. Pero las hojas ya habían dejado el estanque del jardín del Museo llenos de hojas, y destilaba melancolía por los cuatro costados.
Tras un recorrido por el señorial edificio, impregnado de romanticismo decimonónico del que a mi me apasiona, y de recorrer las diversas estancias, recalamos en la Sala donde iba a tener lugar la charla sobre la moda renacentista a cargo de Maria José Ruiz.
Lo que más me impresiona cuando acudo a una conferencia es que la persona que la imparta, aparte de tener dominio en la materia, sea una apasionada de la misma, y contagie ese entusiasmo. Maria José Ruiz lo desprende a raudales. Una mujer dinámica, activa, vital, que vibra con lo que hace en cada segundo. Así, entre otras cosas, nos enteramos de que la principal impulsora de la moda en aquel remoto momento fué Isabel de Trastamara, que, entre otras cosas inventó el negro como luto.
Inventó aquella intrépida reina el traje a la española, con mucho rojo burdeos, que, junto al azul eléctrico y el negro cuervo eran los colores más costosos por la dificultad que entrañaban las tintadas en las telas. Los verdugados, aquellas faldas que se llevaban por debajo para dar empaque a la vestimenta, eran de varillas de mimbre cosido. Como estaba mal visto llevar el pelo suelto, y era indecoroso en la mujer la falda hacía las funciones de los golpes de melena, y se utilizaba durante la danza para seducir a los caballeros.
Entonces Alberto Arcos y Yolanda irrumpieron en escena como sorpresa de la mañana. A los sones del Cancionero de Palacio nos ejecutaron con impecable maestría y delicadeza aquellas danzas de aquel momento. La chaquetilla de acuchillado en las mangas y la gavanela o capa masculina también se diseñaban para dar ligereza a la danza.
Ambos demostraron su valía, lo artistas que son, y el mimo y cuidado con que trataron aquellos trajes durante la danza.
Todo el mundo de la aristocracia estaba obligado a saber bailar. De hecho el rey Felipe II comenzó a instruirse en esta disciplina a los 4 años de edad.
Nos enseñó María José un par de libros de patrones, los «burda» de la época como los definió divertida. Nadie perdió ripio de la conversación, que se deslizaba animada al ritmo de los pasos de Alberto y Yolanda en la pista. ¡Nos quedamos con ganas de más!
Tras la charla llegó el turno de Bendita Extremadura, que nos obsequió con embutidos, quesos y caldos de la tierra. Todo exquisito e impecable.
Muchas gracias a Ana Zuazo, infatigable, vital y tenaz organizadora de estos eventos, a Alejandra y Marian, sus manos derecha e izquierda, como ella las llamó, al Museo Cerralbo, uno de mis favoritos, por el mimo con que nos trató, a María José Ruiz, a Alberto Arcos y a Yolanda, y a Bendita Extremadura. Hicisteis que la magia fuera posible en ese entorno de ensueño.
Ya estamos deseando dónde, cómo y con quién será el tercero!