El pasado miércoles tuvo lugar el último Encuentro Bazar, en la exclusiva casa/estudio de Oscar G, al que, dada mi predilección por el arte no he dudado en bautizar como el «Bernini» del cabello. Ya os daréis cuenta de porqué cuando leáis estas líneas.
Iba a él con expectación ante lo que me iba a encontrar, y esta, junto con mi ilusión ante el encuentro no hizo sino crecer de forma exponencial según iba transcurriendo la velada.
Su casa es un verdadero despliegue de buen gusto y exclusividad. Situada en el madrileño barrio de las cortes está llena de esos pequeños detalles que configuran su poliédrica personalidad, tras la que también está su mujer, Salomé Abajo, con la que forma un tándem perfecto de hospitalidad y cercanía. Me llamó poderosamente la atención la colección de peines que, como si de obras de arte se trataran (creedme, lo eran) atesora con mimo enmarcados en sus paredes
Tras esperar a que todos los invitados y bloggers estuvieran en su casa comenzó la charla, que, introducida con mano maestra por Ana Zuazo, discurrió de forma amena y sumamente entretenida.
Óscar dista mucho de la idea que tenemos de un peluquero tradicional. Personalmente es un hombre encantador, próximo, con el que te sientes a gusto desde el minuto 0. De mente inquieta, y siguiendo los adelantos del tiempo en que vivimos su formación va mucho más allá. Es coach personal, y ayuda a sus clientas a lograr sus objetivos personales. Y es que establecer sinergias entre distintas disciplinas es una premisa fundamental para lograr el éxito en la sociedad del siglo XXI. Ha viajado mucho desde los inicios de su trayectoria, y su intención es seguir haciéndolo. Un «trotamundos» inquieto, creativo, versátil, que enganchaba con su magnetismo personal.
Ha desarrollado una plataforma de formación profesional online que lleva 25 ediciones en la que el marketing está muy presente.
Explicó que, tras la marca de una peluquería está la marca personal, remarcando que uno va a determinado profesional, siguiéndole si cambia de local, por mi experiencia personal doy cumplida fe de que esto es cierto.
Con la ayuda de un gatchet profesional, inventado por un australiano para hacer rastas, «cosió» literalmente el cabello de tres invitadas, y el resultado fue francamente sorprendente. Y es que los peinados que esculpe con sus manos hubieran deleitado al mismísimo Bernini.
Después degustamos el sushi de Sushimore, que me volvió loca. He probado mucho sushi en mi vida, fan confesa como soy de esta delicia del extremo oriente, pero este era realmente especial. Todo regado por los caldos de Viña Moraima.
Y llegó el clímax de la noche: el sorteo de dos tratamientos de belleza y dos planchas de viaje. Mi escepticismo a que me tocara se vio truncado cuando escuché mi nombre entre las dos premiadas. ¡No me lo podía creer!
Detallista hasta el extremo, Óscar nos regaló un obsequio consistente en un precioso pañuelo, que he de decir que ya he estrenado, y una sesión en su exclusivo salón o una sesión de coaching a elegir. Ni que decir tiene que yo voy a escoger la primera opción. ¡Estoy deseando que mi cabello se transforme en sus manos!
Muchas gracias, Oscar, por regalarnos tu tiempo en esa noche, a Ana Zuazo por la dedicación y el esfuerzo, a Alejandra Sanz y a Marian rosado por hacerlo posible. Fue una noche mágica y sumamente enriquecedora.