Desde mi adolescencia me he sentido irremediablemente atrapada por estas joyas que albergan, no sólo una impecable factura arquitectónica, sino retazos apasionantes de la historia de quien los habitó, y de la música de sus ilustres habitantes eventuales, que llenaron con sus notas estos santuarios de la cultura.
Hemos de empezar hablando del rey que les dio el aura de misterio y magnificencia que ha llegado a nuestros días: Luis II. Wagner le llamaba «nuestro Tristán», ya que reconocía en él al caballero del cisne, su héroe preferido.
He aquí una fotografía del monarca.
Descendiente de los Wittelsbach, que reinaban en Baviera desde el siglo XII, era el ídolo de sus súbditos cuando ascendió al trono a la edad de 19 años. Sin embargo la herencia de los Wittesbach pesaba mucho: Luis I, abuelo del rey, había perdido su trono a causa de las locuras que había cometido por Lola Montes, aunque estaba casado con Teresa de Sajonia- Hildburghausen (dicen que el origen de la Oktoberfest estuvo en la fiesta de esponsales de la real pareja)
Arriba la Condesa irlandesa de ascendencia española Lola Montes, debajo Luis I
Si a esto le sumamos que su hermano Otto padecía una enfermedad mental, y su prima era la excéntrica Isabel, Emperatriz austriaca, el cóctel estaba servido.
Luis II se alió con Austria. Y en 1866 fue derrotado en Sadowa, tras lo cual incitó a los otros príncipes alemanes a reconocer la supremacía de Prusia, lo que le llevó a perder por completo sus prerrogativas reales.
La magnitud de tales acontecimientos le llevó a refugiarse en la soledad, el drama lírico, y las construcciones quiméricas.
Luis II mantuvo una apasionada amistad con Wagner, para el que mandó edificar el teatro Bayreuth. No es de extrañar, pues ya le había llamado a su presencia a los 16 años, cautivado por Lohengrim, llegando a decir Wagner de él:» yo soy su Wotan, él es mi Sigfrido»
El imponente teatro.
Pero el recuerdo del rey Luis II está vinculado a sus castillos: el de
Neuschwantein es un castillo feudal delirante, sobre un promontorio rocoso frente a la residencia real de Hohenschwangau;


Interior y exterior del castillo cuyo nombre significa «pequeño cisne de piedra»
Este tipo de castillos ya no se construían, pero Luis II ideó una ilusión de otros tiempos, integrada en la naturaleza, y con referencias a Tristán e Isolda, los reyes católicos, realizado con las normas de Leonardo Da Vinci, y con iluminación eléctrica y telefonía, ¡Un prodigio!
Otro de los castillos es el Linderhof, palacete barroco en el bosque, con múltiples sorpresas en sus jardines, empapados de referencias clásicas y musicales.

Exterior de Linderhof arriba, abajo la gruta de Venus.
Por último tenemos el Herrenchiemsee , construido en la isla de Chiemsee, a imitación de Versalles. Jardines con laberintos, fuentes decoradas…que desgraciadamente quedó inconcluso por falta de medios económicos, y que el rey nunca vio terminado al fallecer antes de que las obras concluyeran

Parajes únicos, mágicos, salidos de una mente exaltada, romántica, vital, y locamente apasionada.
¡Gracias Luis II por hacernos partícipes de esta magia!