La tarde del 9 de marzo realicé una visita a la Exposición de la orden del Toisón de Oro que exhibía la Fundación Carlos de Amberes. Parece que vuelven a cobrar fuerza las historias relacionadas con mágicos rituales e ideales caballerescos, pese a la pérdida de valores de que adolece actualmente nuestra sociedad.
Nacida al abrigo de la Corte borgoñona de Felipe el Bueno, respondió a la necesidad que vio el duque de dotar a los caballeros de su corte de ideales nobles. Así, durante las fiestas de su matrimonio con Isabel de Portugal fue creada la Orden del Toisón de Oro. Se libraba así, pues, del sometimiento al que estaría sometido a Enrique VI de Inglaterra, caso de haber aceptado la orden de la Jarretera a él otorgada.
Felipe de Borgoña, creador de esta orden de caballería
El origen de la citada orden habría que buscarlo en la leyenda de Jasón y los Argonautas, enviados a la Isla de Cólquide para recuperar la piel del vellocino alado Crisómallo del dominio del dragón temible que la custodiaba. Gracias a los Talismanes de Medea, hija del Rey de la Cólquida, Eetes, Jasón y sus compañeros se hicieron con la mágica piel.
Buscaron, asimismo un origen cristiano a la piel del vellocino; Gedeón fue vaticinado en el Antiguo Testamento por la piel del cordero de que iba a lograr la victoria contra los madianitas. Dos noches no la creyó, y dos noches la piel acertó. Así pues se encontraba un origen cristiano, ya que Jasón era reprobado por haber sido infiel a sus promesas de matrimonio a Medea; al casarse finalmente con Creusa, hija de Creonte.
Los Capítulos de la orden duraban varios días, celebrándose durante ellos Misas por San Andrés, Patrono de la Orden, a las que iban con ropa talar carmesí, más profusamente decorada a partir del reinado de Carlos el Temerario; ropa talar negra, en las Misas de Réquiem por los difuntos de la Orden, y ropajes de damasco blancos durante las Misas en honor a la Virgen. Se celebraron en un templete de la Cartuja de Champmoll en Dijón, donde está enterrado Felipe.
El collar consta de eslabones de entrelazo, llamaradas rojas, en recuerdo de las llamas del dragón, y piedras azules, las preferidas de don Felipe. En principio sólo se otorgaban a católicos, y a hombres. El primer protestante en poseerla fue el Duque de Wellington, y posteriormente se fue otorgando a miembros de otras religiones, e incluso a mujeres.
El último en tener el honor de haberla recibido ha sido el presidente de la República francesa, Nicolás Sarkozy.
Pasamos un rato delicioso, contemplando entre otras cosas la gallardía de don Juan de Austria, retratado por Sánchez Coello, la hondura psicológica del retrato de Felipe IV de Sofonisba Anguisola, o los múltiples collares de la Orden que adornaban las vitrinas.
Quedamos emplazados ese mismo día para la próxima visita: un recorrido por el Madrid de la época de Alatriste. ¡Espadas preparadas!