¡ Menuda sobremesa de lujo disfrutamos ayer en la Taberna de la Bola! Es un lugar esencial de Madrid, si hablamos de buena gastronomía; pero es que, además, tiene la particularidad de contar entre los miembros que allí trabajan con personas realmente encantadoras, que se vuelcan con el cliente; todo ello sustentado por una tradición y una historia que convierten esta taberna en un lugar imprescindible. Hagamos la crónica:
El lugar está situado en la Calle de la Bola:
No está claro el origen del nombre de la calle ya que existen varias versiones. La primera de ellas habla de la existencia de una bola de piedra que hacía las funciones de guardacantón, para preservar la esquina del edificio de los carruajes, algo común en aquella época.
La otra, quizás algo más legendaria, cuenta que en ese lugar existía un juego de bolos y, para señalarlo, había una bola colgada a la entrada de la calle. Parece que un día de viento la bola fue desplazada hasta el mismo Alcázar rompiendo los cristales de la habitación del príncipe don Baltasar.
El Palacio en aquella época.
El caso es que existía allí una botillería frecuentada por obreros y estudiantes; hasta 1870, fecha en que «La Rayúa», una asturiana de pro, auténtica matriarca de esta dinastía de los Verdasco, decidió hacer lo que se le daba a la perfección, dar de comer a su familia, a un nivel superior. Recuperó los zócalos de madera del antiguo establecimiento, le dio lustre y barniz y montó el local que hoy, afortunadamente sigue en pie.
En la prensa fue muy valorada desde su inauguración, hace ya más de un siglo Entonces existían tres tipos de cocido: a las doce del mediodía el que valía 1.25 pesetas, y que se destinaba a los obreros y empleados, que tenían su hora de almorzar más temprano; a la una de la tarde uno más sustancioso que ya llevaba gallina y costaba 1.25 pesetas, era el que preferían oficinistas y estudiantes, y a partir de las dos el que ya contaba con carne y tocino entre sus ingredientes, y era el que elegían periodistas y senadores.
Una bella imagen del local tal como está actualmente.
El que nosotros comimos os puedo asegurar que era del último tipo, pero de eso hablaré más adelante.
Una cosa era sabida de todos: la predilección que sentía Isabel II, conocida como «La Chata» por el manjar servido en barro. Era relativamente frecuente ver aparcado en el lugar el Carruaje Real que venía de Palacio a recoger los pucheros, tanto para ella como para su hermano Alfonso XII, que también se hizo fan incondicional; así como también Alfonso XIII.
¿Que porqué se servía en barro? Muy sencillo, a la creadora de la taberna le pareció una práctica idea, ya que muchos días el establecimiento estaba tan lleno que muchos comensales tenían que dar cuenta del mismo en las aceras, y era más práctico que llevaran ahí la comida. Actualmente se conserva la tradición, cosa que me parece muy acertada, pues hay que mimar las buenas costumbres, como hace esta familia, tras cuatro generaciones.
He de decir que fuimos atendidos con un mimo extraordinario, cosa que se agradece infinitamente, y que te hace valorar el lugar de un modo integral, no sólo por la incuestionable calidad del producto que sirven, sino por cómo acompañan el servicio de la mesa.
Lo primero que te sirven es el plato hondo con los fideos. Al lado ya está la correspondiente cazuela de barro que, en ese momento vuelcan en el mismo. Los aromas que desprende el caldo, cocinados al calor de cuatro horas en las brasas del fuego de encina son indescriptibles. Aquí pondré un vídeo en el que Loles, la jefa de cocina, nos explicó la forma de meter los ingredientes en el puchero para lograr la «obra maestra» Merece la pena que lo veáis. Ver Vídeo
Tras degustar una sopa en su punto, llena de esos matices que sólo proporcionan el mimo y el cocinar a fuego lento, como hacían nuestras abuelas, te vuelcan el puchero en el plato, enorme festín donde no falta el morcillo, el tocino, el chorizo, los garbanzos, y después un remate de repollo que estaba de rechupete.
Y para colofón un amable camarero, llamado José Luis nos trajo un buñuelo de manzana con helado de vainilla, que le iba como un guante como remate.
En cuanto a Mara ,la cuarta generación de los Verdasco, ejerce de perfecta anfitriona, encantadora y totalmente atenta para que a nadie le falte nada, una profesional como la copa de un pino, vaya, lo lleva en los genes, de eso no hay duda;
Decir que era un jueves, el primer turno y estaba lleno, lo cual habla por sí solo del buen estado de salud del que goza.
Si queréis gozar de un remate regio tras visitar el Madrid de los Austrias o el Madrid de la Gran Vía( la plaza de España está a un pasito) este, sin duda es el lugar, tanto para comer como para cenar. Saldréis encantados. Desde aquí deseo que sigan cosechando éxitos, sin duda los merecen!