Entre las efemérides que salpican el panorama de este frío sábado invernal, nos encontramos con una que es la que me impulsa a escribir este post: el aniversario del nacimiento, el 17 de enero de 1820 de Anne Brontë, quizá la hermana más desconocida de la saga de estas tres mujeres; las otras dos son Emily y Charlotte, autoras de Cumbres Borrascosas y Jane Eyre respectivamente.
A nadie que me lea desde hace tiempo se le escapa que la época victoriana ejerce sobre mí una gran fascinación en todos los sentidos. De ahí nace mi predilección por la literatura que ha nacido en la patria de Shakespeare. La época a la que nos referimos ha sido singular testigo del nacimiento de la novela de denuncia social de autores de la talla de Dickens y Wilkie Collins entre otros.
En la época del apogeo del imperio británico; sin embargo, la realidad era muy diferente, la nueva clase proletaria vivía en unas condiciones infrahumanas y buscaba la manera de salir de esa situación. Pese a la prosperidad de la industria, Gran Bretaña dependía del mercado exterior para su abastecimiento y la circulación de sus productos manufacturados.
Gran Bretaña exhibía feliz y orgullosa su supremacía, por ejemplo en la Exposición Universal de 1851 en Londres, para la que se creó un maravilloso Pabellón de hierro y cristal, los materiales más innovadores del momento, por obra y gracia de Philip Paxton, a donde acudían gentes de la alta burguesía y la aristocracia, deseosas de saborear las mieles de la modernidad
La misma coronación de la reina Victoria puso fin a la unión de Gran Bretaña con Hannover. donde una mujer no podía reinar
En este caldo de cultivo, en el que la mujer despuntaba como ser independiente, véase el caso de la valerosa enfermera Florence Nithingale, también existían los crímenes más sórdidos, como es el caso de Jack el destripador, que tantos ríos de tinta ha hecho correr, y del que se hizo una maravillosa adaptación cinematográfica, Asesinato por decreto, que recomiendo vivamente:
Hagamos un resumen sobre la literatura, que es lo que nos ocupa:
La primera etapa de la novela victoriana se caracterizó por ser una época de cambios y crisis que suscitó el interés por el presente, por los cambios sociales del momento y por lo personal. Este tipo de interés puso de manifiesto la novela social. El interés por lo personal fue la respuesta a la necesidad de encontrar en esa época de cambio una cierta estabilidad y continuidad recurriendo para ello a la memoria individual de cada uno. El héroe o la heroína pasan de la inocencia a la madurez después de duras pruebas. Es una novela de carácter biográfico en la que existe una mezcla de realismo e idealismo. Las dos obras más características de este periodo son Jane Eyre de Charlotte Brontë y David Copperfield de Charles Dickens. Dejo el link al trailer de la última adaptación de Jane Eyre.
La segunda etapa (1850-1870) fue una época de estabilidad y apogeo británico en la que surgió la “novela doméstica”, que refleja la vida en las provincias y trata sobre los problemas de la clase media. Middlemarch de George Eliot es un claro ejemplo de este subgénero dentro de la ficción. Tenemos la inmensa suerte de contar con la BBC británica, que realiza deliciosas adaptaciones llenas de todo lujo de detalles, que ayudan a comprender estos periodos.
La tercera etapa (1870-1901) fue una época de desencanto y escepticismo. En este final de siglo la novela se volvió más introvertida y psicológica, y en ella los personajes se sentían física y mentalmente atrapados. Esta clase de novela se podría relacionar con la naturalista.
Como la mayoría del público lector pertenecía a la clase media, las novelas debían ajustarse al código moral de esta clase, y como gran parte del público estaba compuesto por mujeres, el “pater familias” tenía que tener la certeza de que la novela se adecuaba al código moral establecido. Por lo tanto, se podría decir que la novela presentaba la moralidad de la clase media, esencialmente en lo referente a la conducta de la mujer que tenía que ser pura y casta; el matrimonio era para toda la vida y el sexo era una palabra prohibida. No había medias tintas. La mujer promiscua habría de ser castigada siempre, sin miramientos.
Curioso me parece que se puedan establecer paralelismos entre la literatura británica y la española. Ambas vivieron un siglo de oro, en las épocas de Shakespeare y Cervantes, y uno de plata en el XIX, del cual, en el caso inglés he tratado de realizar una semblanza. Confío que os haya gustado. Iré desglosando algunos de sus autores en particular en sucesivos post.