Hoy se cumplen años del nacimiento del pintor español José Gutiérrez Solana. El miércoles tuve la suerte de estar cerca de sus obras en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Allí me ratifiqué en mi aprecio de su figura y su obra, una admiración que no hace sino crecer con el devenir de los años.
Quizá sea él quien represente de manera más dramática el complejo proceso de evolución desde unos esquemas deudores de la tradición, hacia una implantación de los movimientos críticos del realismo expresivo de las primeras décadas del XX.
Cercano a Zuloaga en sus inicios, fue evolucionando hacia un mayor interés por los rincones populares; consolidando un expresionismo de carácter ibérico, que se deslinda del europeo, aunque paradójicamente se alimente de él.
Solana siempre estuvo preocupado por reflejar el verdadero Madrid, con sus contrastes. No ahorra plasmar la marginación, los arrabales, la prostitución, lo grotesco y carnavalesco, lo trágico y cruel, como el Max Estrella de la novela de Valle Inclán (la literatura de la Generación del 98 tuvo gran influencia en su poética pictórica)
Un color exaltado en los perfiles de un negro intenso cargó las tintas de su tremendismo, en la España Negra que plasmó con gran acierto, y que le granjeó el reconocimiento nacional e internacional.
Ramón Gómez de la Serna, oficiante en su archifamosa Tertulia del Café del Pombo (hoy lamentablemente el café no existe), al glosar la obra de Solana habla de «su tumefacta paleta, que tiene moco de caracol, enjundia de gallina, jugo verde de sapo, amarillos de sol en las tapias que mejor lo absorben, mantecas de niño, resinas de árbol, miel de la Alcarria, nogalina muerta…etc»
A partir de ahí su obra tuvo mayor relación con la del Greco, Ribera, Velázquez, Valdés Leal..
Lo que impresiona de él es su enorme conocimiento de artistas a los que hace continuos guiños en su obra, tales como Brueghel, Goya, Munch, Ensor, Toulouse Lautrec…Se observa la influencia de todos ellos en sus temas taurinos, de máscaras, de carnaval, romerías, procesiones…todos ellos estrechamente vinculados a la España negra y profunda, omnipresente en su paleta.
Enfermedad, muerte, locura…fueron compañeras de su particular travesía vital, y fiel reflejo de sus tensiones emocionales.
Yo sólo puedo decir que, a medida que me acerco a su figura, a su obra, más me atrapa, me emociona, me deja sin palabras…
Un autor imprescindible para entender la realidad de la pintura española en los albores del siglo XX