El pasado sábado tuvimos el privilegio de disfrutar de uno de los espectáculos con más magia de los que hemos presenciado en los últimos tiempos.
Muchos ríos de tinta habían corrido acerca de este emblemático lugar, y quería comprobar «in situ» como turista de mi propia ciudad cuál era ese poderoso hechizo que ha hecho de él escenario de las mejores figuras del flamenco, y el único lugar del mundo donde han estado tres reyes. Empezaré mi crónica, como viene siendo habitual haciendo un poco de historia:
El primer Café de Chinitas nació en Málaga, aproximadamente hacia mitad del siglo pasado en una casa y una calle que ya no existen, absorbidas en las reformas urbanas realizadas para ensanchar la típica Alameda.
Aquí estuvo ubicado el primitivo local.
Junto con el Burrero de Sevilla fue uno de los cafés cantantes más conocido de aquel tiempo.
En pleno Romanticismo, el público del local era muy heterogéneo e iba desde el señorito aficionado de la ciudad y la gente de bronce del puerto, hasta los campesinos que ataviados con sus grandes capas y sus catites, presenciaban con estruendo de voces, gritos y aplausos, las actuaciones de sus bailaoras y cantaores favoritos.
Antonio Molina en una imagen de la película que rodó en el malagueño café.
No se conoce exactamente el origen del nombre del local, mejor dicho, existen dos versiones distintas. Una de ellas señala que proviene de que el patio del café estaba pavimentado con piedrecillas de canto rodado o chinitas, y la otra que se refiere al comercio que por esos años se hacía, a través de puertos andaluces, con las colonias españolas de Extremo Oriente, es decir, Filipinas, de donde llegaron mujeres de la raza chonguitas -vulgarmente conocidad por las chinitas- a quienes les dio por frecuentar el establecimiento, lo que le valió a éste el nombre de Café de las chinitas, al que se suprimió posteriormente el artículo, como es costumbre en Andalucía.
Azulejo con poema de García Lorca, que frecuentaba el local
Una noche de verano de 1969 un grupo compuesto por representantes de dos grandes firmas de la hostelería madrileña (los hermanos Verdasco y los hermanos Heras) y un conocido periodista veían sentados en una terraza veraniega de Madrid el desfile de atracciones cuando se les ocurrió la feliz idea del novísimo tablao flamenco con cocina selecta, recuerdo evocador dignificado de los tablaos del siglo pasado, en el cual imperasen el buen gusto, la seriedad y el confort. A los pocos meses nacía el Café de Chinitas de Madrid, puesto en órbita con la colaboración especial de la gran bailaora, La Chunga.
Morca y la Chunga en imagen de archivo.
El emplazamiento no puede ser más mágico. Cuando vas caminando por Torija no puedes siquiera adivinar la maravillosa arquitectura de este palacete «fantasma» que aparece como de la nada.
He aquí la imagen externa del Palacete del XVII donde está ubicado el Café.
Desde el principio te ves gratamente sorprendido por el ambiente que se respira , entre mesas cuidadosamente dispuestas para disfrutar de una oferta gastronómica de sabor mediterráneo, altamente recomendable. Nosotros en concreto disfrutamos de una deliciosa cecina, unas croquetas deliciosas y una paella mixta en su punto. Lo estupendo es poder combinar la cena con el espectáculo al mismo tiempo, teniendo además el local la particularidad que lo diferencia de los demás de admitir niños.
Pedro nos atendió de maravilla, cuidando de todos los detalles. Desde estas líneas quisiera expresarle mi gratitud. Gracias a él descubrimos muchos secretos, tales como que encima vive Pitita Ridruejo, dueña del palacete en su totalidad.
También aprendí acerca de los componentes del cuadro flamenco, que eran unos auténticos maestros en su arte. Os los presento, porque no quisiera que nadie quede en el tintero:
Diego Llori, Tony Malla, Lorenza Flores, Pilar León, Victoria Duende, Antonia González (hija del pescaílla, hermana de Lolita y Rosario), Benjamín Carmona, Domingo Jiménez Borja, Ricardo Fernández del Moral, y Pepa Sampé.