Entre las efemérides artísticas que jalonan el calendario del día de hoy una es la que brilla con luz propia: la del artista de la Secesión Vienesa Gustav Klimt, fallecido un día como hoy del año 1918.
Hace ya 21 años el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía nos obsequió con una muestra que, recién terminada mi carrera dejó una viva huella en mi: Viena 1900, que atrajo a gran cantidad de público. Desde entonces, y también llevada por mi temperamento romántico he estudiado con interés el devenir histórico del otrora Imperio Austro-húngaro. Hagamos historia, para situarnos mentalmente en el tiempo en que le tocó vivir a nuestro protagonista:
En los albores del siglo XX, Viena sólo parecía la capital de un imperio decadente y dividido, pero en realidad fué la cuna de toda una cultura moderna. El papel innovador de Viena, actualmente reconocido, pasó entonces inadvertido a la sombra de la capital del arte, París, o las no menos relevantes capitales político económicas Londres y Berlín.
Imagen de Viena en 1900
Viena mientras tanto crecía demográficamente, ya que de 290.000 habitantes que tenía en 1857, pasó a 2 millones en 1910. ¡Casi nada! Los intelectuales vieneses innovaban en todos los ámbitos, y de modo especial en el de las ciencias humanas y exactas: ahí tenemos a Sigmund Freud, explorando el subconsciente, o Wittgenstein en matemáticas, por citar algunos.
Freud y Wittgenstein
Pero donde floreció especialmente Viena fué en el ámbito artístico y literario: músicos de la talla de Gustav Mahler, pintores como Schiele o Kokoschka, además de nuestro protagonista, y arquitectos como Otto Wagner dan cumplida muestra de ello. Su sociedad llena de mujeres bonitas, cenas de gala, y valses de Strauss la colocaban como competidora de París en cuanto a placeres.
En este caldo de cultivo vino al mundo Gustav Klimt en Baumgarten, el 14 de julio de 1862. Su lenguaje pictórico, lleno de mujeres misteriosas y sensuales, de silueta delicada y sinuosa, eran muy apreciadas por los vieneses. En su «periodo dorado» conjugó motivos simplificados y elementos naturalistas sobre un fondo de oro, inconfundible marca de fabrica del austriaco. LA planitud de sus pinturas hizo pensar que pintaba con caleidoscopio.
La Sezession había surgido como una alternativa independiente a los artistas promocionados por la Academia vienesa -de la que el mismo Klimt había formado parte en su juventud- que trataba de reinterpretar los estilos del pasado. Para dotar a las exposiciones de este movimiento de salas funcionales, desprovistas de toda decoración, el arquitecto Joseph María Olbrich, discípulo de Wagner, construyó al norte del Ring un pabellón en cuya fachada se leía:» A cada época su arte, al arte su libertad».
La aparición en 1898 del primer número de la revista de la Secesión, Ver Sacrum, consagró la modernidad vienesa, que cuestionaba tanto el academicismo como el estilo llamado peyorativamente «biedermeier» tan caro a los burgueses del periodo anterior.
A fuerza de estilización y búsqueda, Klimt se puede decir que rondó la abstracción. Pero la popularización del estilo modernista por los talleres vieneses, el abuso de líneas curvas y de los elementos decorativos dieron como resultado una estética casi kitsch.
De él cuentan que era muy selectivo antes de aceptar algún encargo. Una vez admitido el artista iniciaba su particular método de trabajo, tras largas meditaciones y aún más prolongadas sesiones de posado de modelos. La naturaleza abiertamente erótica de sus obras solía verse «suavizada» por un enfoque alegórico, o simbólico, que la hacía de algún modo más admisible para la pacata opinión pública.
Fué condecorado por el Emperador Francisco José, y causó un hondo impacto en los pintores de su época como Schiele.
Klimt fallecía en 1918 a causa de un infarto, una posterior neumonía y la conocida en la época como «gripe española». Y nos dejó un legado maravilloso. ¿Una curiosidad? En 2006, el primer retrato de Adele Bloch-Bauer fue vendido en la Neue Gallerie de New York por 135 millones de dólares.
La modelo y su particular reinterpretación
En 2012 Viena tiró la casa por la ventana festejando su centenario, el de un artista que, sobre todas las cosas, quiso que los talentos nacionales se quedaran en su país, modernizándolo con aires de otros lugares.
¿Una recomendación? La película La Dama de Oro, con la magnífica interpretación de Helen Mirren. Aquí os dejo el trailer
Un gran legado que sigue maravillándonos a todos.