MIGUEL ANGEL BUONARROTI, SIEMPRE UNIVERSAL, SIEMPRE ETERNO

«Buceando» entre las efemérides que jalonan el día de hoy, me encuentro con el aniversario del nacimiento de Miguel Ángel Buonarroti. Me atrevo a asegurar que nada del arte que conocemos en nuestros días sería lo mismo sin su decisiva aportación a cualquiera de sus vertientes. Haré una breve semblanza de este completo personaje.

Nació en Caprese un 6 de marzo de 1475. Era la época en que se gestaba la nueva Europa, la del cambio en todos los aspectos, en la que el antropocentrismo estaba haciéndose con el espacio antes ocupado por el teocentrismo.

 

Casa natal de Miguel Ángel

En ese caldo de cultivo vino al mundo un hombre que poseía todos los dones: arquitecto, escultor, ingeniero, pintor y poeta, algunas de sus facetas no han sido lo suficientemente valoradas ante el peso incuestionable de otras. Miguel Ángel encarnó en su persona y en su arte al humanista cristiano, que rindiendo culto a la belleza y sensibilidad humanas, las magnificó con su genio.

Era el siglo XV una época en que la presión de los Habsburgo se hacía sentir cada vez más en Italia; y este hecho, unido a la crisis religiosa, perturbaba los espíritus de intelectuales y artistas como nuestro protagonista de hoy

Una cosa preocupaba hondamente al de Caprese: la salvación del alma. Al tema dedicó escritos y poemas, áreas en las que fué especialmente brillante.

Comenzó su carrera artística en Florencia, en el área de la escultura, para lo cual se formó en el taller de Ghirlandaio, donde se aplicó concienzudamente a la labor de, como él mismo decía, «liberar las figuras del bloque de mármol que las aprisionaba». En esta línea se atrevía incluso a modificar las obras de su maestro que consideraba insuficientes o incorrectas. «Sabe el discípulo más que el maestro» apostrofaba el bueno de Ghirlandaio, a quien nunca molestó tamaña intromisión.

 

 

 

Asiduo de las conferencias que daba Savonarola, aplicó lo que en ellas aprendía en su «Pietá» o el «David» hijos de aquella etapa vital del humanista. En ellas se observa un rigor en la anatomía antes nunca obtenido, ni por el gran Donatello, referente escultórico antes de su aparición.

 

Fué entonces cuando le llegó el encargo del mausoleo funerario del Papa Julio II, proyecto que se suspendió el siguiente año por falta de presupuesto. Tamaña proeza le llevó a Roma, donde se sintió muy pronto como en casa.

Volvió brevemente a Florencia, pero pronto regresó a la Ciudad Eterna para hacerse cargo de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, esta vez en su vertiente de pintor. ¿Sabíais que en un principio lo rechazó, considerando que no poseía el talento necesario para tal empresa? Estos frescos están consagrados a la historia de la humanidad, desde la creación hasta el fin del mundo

Este fue concluído en 1512, época en que vuelve a marchar a Florencia, ya que fue reemplazado por Rafael como pintor oficial del papado. No regresaría hasta 1534, fecha de la ejecución del Juicio Final, visión terrorífica de una humanidad enfrentada a un juez implacable, y que es fiel testimonio plástico de las angustias vitales de Buonarroti, y que compartía con muchos cristianos de su tiempo. aunque su carácter también fue agitado y turbulento en momentos de crisis existencial. No en vano era un genio, y creo que se lo podía permitir.

Tuvo en Vittoria Colonna un amor platónico, amistad religiosa, o comunión apasionada que le produjo un gran impacto que se reflejó en sus obras. La muerte de esta mujer en 1547 le sumió en un gran dolor, tras trece años de amistad incondicional. Todo genio tiene su musa. LA de Miguel Ángel fue esta mujer.

Pietá realizada para Vittoria

El hombre que impregnó su fogoso carácter en todas sus creaciones murió en Roma el 18 de febrero de 1684

Tumba de Miguel Ángel en Santa Croce, Florencia

 

ARTISTAS EN ACTIVO: CRIS SANZ, UN ARTESANO MUY ARTISTA

Los que leéis mis pensamientos desde hace tiempo conocéis que comencé esta sección dedicada a los artistas vivos hace relativamente poco, cuando hablé de Jesús Martiartu y su mundo de sueños.

Hace ya tiempo que quería escribir sobre este artista, os contaré el porqué, y cuando veáis el trabajo al que dedica su vida, su ilusión y entusiasmo me entenderéis perfectamente. Pongámosle cara al artista

A Cris le conocí en persona durante el transcurso del almuerzo al que Carla Royo Villanova tuvo la deferencia de convidarme el pasado mes de marzo en las Pocholas del Retiro. Su personalidad me atrapó desde el minuto cero. Es de esos hombres vitales, llenos de una alegría contagiosa, al lado del cual te sientes cómoda desde el principio.

Nacido en 1955, empezó durante la década de los 80 a dedicarse al mundo de la pintura decorativa, trabajando tanto en proyectos europeos como allende los mares, en Estados Unidos. Tiene además una especial sensibilidad en el mundo del interiorismo. Si visitáis Boro Maré entenderéis lo que digo. Boro Maré no es una tienda cualquiera. Es como entrar en un exclusivo espacio donde  el arte, la moda y el diseño se dan la mano en una fusión alquímica perfecta.

En la imagen superior el logo de la tienda, en la inferior una imagen de este espacio, con la obra de Cris en las paredes. De espaldas su alter ego y esposa Lola. Ambos convierten su tienda en un recinto mágico.

Una de las señas de identidad de Cris es su humildad, que le lleva a autodefinirse como artesano, no como artista. Ahí lamento discrepar. Un artista es aquel que dota a su obra de algo que la hace única, y ese algo es a veces intangible, pero que se sabe que está ahí. En su obra esto se percibe desde el principio.

Versátil y polifacético, se adapta como un guante a la mano del que le encarga o bien decorar alguna estancia de un hotel, o alguna habitación de su casa  particular.

Para ello su imaginario particular se puebla de trampantojos realizados a partir de imágenes clásicas, dotadas de una impecable factura

Estas dos impresionantes imágenes nos sirven como muestra. Como uno de los artistas del renacimiento, que lo mismo decoraban las Villas italianas de los aristócratas, como pintaban cuadros de caballete, Cris traspasa esa costumbre humanista al siglo XXI realizando estas obras de interior, pintura de caballete, y diseño de muebles.

Uno de los referentes a quien siempre hace alusión es el pintor hiperrealista César Galicia, que es otro de los santos de mi devoción, artísticamente hablando

Obra del hiperrealismo conceptual de César Galicia.

Ahora compartiré las obras de Cris, el alumno está a la altura del maestro.

   Lo figurativo y lo real se dan cita en una poética pictórica enormemente personal, que hace que cualquiera quiera tener una de estas obras colgadas en el salón de su casa. ¿Véis la mosca del paquete que se está rasgando en la pintura superior?  Es un guiño de espontaneidad del artista.

También realiza obras vinculadas a una estética más pop, que son enormemente expresivas, veamos unas muestras

Norit el borreguito, Michelín, Milú y su hueso, todo un homenaje al mundo de hoy en obras decorativas y llenas de encanto

En cuanto a su faceta de diseñador de muebles ha diseñado unas mesitas auxiliares con señales de tráfico que realiza el que me parecieron geniales.

Prohibido entrar en la mesita superior, debajo, un juego de mesitas auxiliares «para no perder el tiempo»

La última vez que le vi estaba terminando un maravilloso cuadro del motor de un coche, al modo que pintaban los futuristas como Kupka,  homenaje a la modernidad y a sus máquinas. Creédme, una absoluta maravilla.

Yo le deseo toda la suerte que se merece. Os dejo al finalizar mi post un link con la dirección de Boro Maré, donde podéis poneros en contacto con él.

Espero que os haya resultado interesante. Le deseamos a Cris muchos éxitos, y que nosotros podamos verlos.

Boro Maré está en Luchana 34, 28010 Madrid.

ROGER VAN DER WEYDEN, ILUSIONISTA DEL ESPACIO

Tal día como hoy en 1464 falleció en Bruselas Roger Van der Weyden, lo cual me hace dedicarle estas líneas. Desde que comencé mis estudios de arte su figura, como la de su círculo flamenco, siempre causo en mí una enorme veneración. Para mí entrar en las Salas dedicadas a su obra en el Museo del Prado era como penetrar en un espacio sacrosanto, fascinada como estaba (y aún lo estoy) por su manera de entender y plasmar la belleza del arte en retratos y  asuntos religiosos.

Roger Van der Weyden fué hijo de un cuchillero de Tournai, Henri de la Pasture, y comenzó su aprendizaje en el taller local de Robert Campin en 1427, donde obtuvo la maestría en 1432.

Recibió, asimiló y después transmitió como nadie la herencia que le dejaron su maestro  Campin, y los Van Eyck. Para ello aunó el volumen escultórico de Campin con la elegancia, el sentido del espacio y la minuciosidad de Van Eyck.

Estos elementos configuraron un estilo enormemente personal, que tuvo una gran influencia en la evolución de la pintura flamenca, y una enorme demanda internacional.

La Virgen con el Niño. Como un ilusionista, juega a fingir una realidad a medio camino entre escultura, arquitectura y pintura. María y Jesús, sobre una peana que parece salirse del cuadro, aparecen en una hornacina gótica. Las calidades táctiles de la piedra contribuyen a presentar a madre e hijo como dos esculturas en su altar, convertidas en personajes reales mediante el color , el gesto, y las calidades de los tejidos.

Le escena gana en naturalidad si observamos cómo el Niño pasa las páginas bruscamente, en su ingenuidad infantil, mientras María medita.

Un dato sobresaliente del maestro es cómo supo reducir sus obras a lo esencial, tanto en composición como en el tratamiento lineal de los elementos. Con ello logró una pintura introspectiva y fuertemente espiritual.

Y aunque es cierto que observamos un virtuosismo propio de la estética cortesana y un interés por lo anecdótico, captado por medio de una factura brillante, dichos detalles se supeditan en pro de lo monumental, que es enormemente elocuente.

 

 

La expresión brillante y certera del sentimiento en las figuras dotó a sus pinturas de una vibración emocional desconocida hasta la época. El drama sagrado fué humanizado a través de sus pinceles, lo cual incitó al espectador a una piedad sensible e íntima desconocida hasta la época. No olvidemos que hasta entrado el siglo XIII las representaciones iconográficas de las escenas religiosas eran más didácticas que realistas, y no se perseguía un verismo en las figuras representadas.

Van der Weyden se instala en Bruselas en 1435 y fué nombrado pintor de la ciudad un año después. Representó un nuevo tipo de pintor burgués y ciudadano, empresario próspero, conocedor de todos lo tejidos que circulaban en las redes comerciales de la época, y que aparecen representadas con enorme virtuosismo; y, además estaba socialmente comprometido.

El Descendimiento. Originariamente fué un tríptico, esta tabla es considerada la obra maestra del genio. Causó gran admiración. El pintor recreó una caja dorada e imita un retablo de esculturas que, gracias a la minuciosidad de los ropajes, las carnaciones, o la vegetación, y el intenso colorido y cuidada composición se convierte en un teatro viviente. Las figuras de San Juan a la izquierda, y de la Magdalena a su derecha enmarcan el drama central. La mirada se nos escapa del extremo de la cruz hasta Jesús y María, cuyos cuerpos están en idéntica posición. En cuanto a las expresiones de los personajes van del llanto a la contención. Maravillosa obra, que puedes estar contemplando tiempo y tiempo.

Atendió encargos grandes y pequeños, de príncipes, nobles, eclesiáticos y de la recién nacida y cada vez más pujante burguesía, pero sin perder jamás la independencia, en una ciudad en que se encontraban también pinceles como el de Memling o Bugatto entre otros.

En 1450 viaja a Roma, y su estancia allí influiría en su obra posterior, con influencias de Fray Angélico, del que tomó su utilización de materiales costosos como el lapislázuli.      Durante su estancia su fama se extendió como la espuma en  en la ciudad eterna. Antes de marcharse de allí recibe el pago por un encargo del marqués de Ferrara Lionello D´Este.

Fué calificado por Nicolás de Cusa de «maximus pictor», y el humanista Bartolomeo Fazio lo incluyó en su «De virus illustribus».

España también reconoció su genio. Entre los siglos XV y XVI Juan II de Castilla, Isabel I y Felipe II coleccionaron y donaron sus obras a fundaciones piadosas. Es algo que ha perdurado en el coleccionismo moderno.

ALBERTO DURERO: UN ALEMÁN DEL RENACIMIENTO

Cuando he leído la prensa esta mañana dos natalicios importantes han aparecido ante mis ojos: el nacimiento un día como hoy de 1527 de Felipe II, bajo cuyo histórico reinado España se convirtió en un gran Imperio, y el de Alberto Durero en Nüremberg en 1471, ciudad a la que su padre, orfebre originario de Hungría había emigrado.

Como lo mío es el arte, hablaré de este último, que ejerció un poderoso hechizo sobre mí en una muestra que hubo en 2005 acerca de las obras que de él custodia la Albertina de Viena, y que viajaron de un modo excepcional al Museo del Prado.

¡ Qué prodigiosa representación de unas manos, tema tan difícil de captar con esta perfección!

 

Decíamos que su padre había llegado a la capital de Franconia, atraído por la prosperidad de que gozaba la ciudad. Y no se equivocó; fruto de su decisión la  familia disfrutó de un rango social de cierto nivel, por encima del de los artesanos, lo que permitió a Durero relacionarse desde muy joven con los círculos de intelectuales y humanistas, de los que surgieron más tarde algunos de sus principales clientes.

Su formación artística como orfebre incrementó el desarrollo de sus extraordinarias facultades para la observación y la minuciosidad. Sus aptitudes para el dibujo le inclinaron muy pronto hacia la pintura.

La representación de la imagen siempre estuvo entre sus preocupaciones.

 

Tras viajar por Colmar, Basilea y Estrasburgo, donde adquirió conocimientos de la técnica del buril, regresa a su ciudad natal para contraer matrimonio con Agnes Frey, unión acordada por su familia para garantizar la estabilidad económica.

Ningún otro artista fué capaz de recrear la naturaleza de un modo tan veraz como él.

En otoño de ese mismo año emprendió su primer viaje a Venecia, con la intención de conocer el nuevo lenguaje del Renacimiento italiano que, a partir de entonces, influyó decisivamente en su arte, junto al recuerdo de la Antigüedad clásica; aprendiendo de  Pollaiuolo y Mantegna  el tratamiento del desnudo.

Plasma su ideal humanista de belleza. El hombre como centro de la creación.

Su vuelta a Nüremberg provisto de ese bagaje de experiencias le abrió notoriamente las puertas de los círculos eruditos y le facilitó numerosos encargos. Contribuyó de este modo poderosamente a la renovación cultural de Alemania bajo preceptos humanísticos.

Sus pinturas de animales dotadas de un extraordinario grado de riqueza visual y de matices. Dicen que en el ojo de la liebre está reflejado su rostro.

Y allí continuó su trabajo de pintor y grabador, y por esta última faceta fundamentalmente su fama traspasó fronteras. Durante su segundo viaje veneciano su fama le había precedido, y fué recibido con honores entre otros por Giovanni Bellini.

Prodigio de desarrollo del lenguaje del grabado en madera y una práctica del grabado a buril de increíble dominio técnico.

A su regreso Maximiliano I le nombra pintor de Corte, por lo que a partir de 1512 su trabajo se encaminó fundamentalmente a exaltar el poder imperial, hasta que la vida del monarca se ve súbitamente truncada en 1519, y con ella la remuneración económica que le garantizaba el monarca. Viaja con su esposa a los Países Bajos a pedirle al nuevo, Carlos V la continuidad en esa remuneración.

Durero prepara sus papeles, los colorea para crear esa riqueza necesaria que ha de tener una pintura, y plasma los rasgos del retratado.

Pero lamentablemente la malaria había hecho presa en él. y se le manifestó con toda virulencia a su vuelta a su país.

Aunque continuó con su actividad como pintor y grabador, durante sus últimos años se dedicó especialmente a la elaboración de textos teóricos, mostrando una especial preocupación por el estudio de la geometría, la perspectiva y las proporciones del cuerpo humano.

Durero murió en 1528. Tras de sí dejó una obra fundamental para explicar el paso de la mentalidad medieval a la Edad Moderna. Su papel fué trascendental en la historia de la pintura, que hoy no se podría comprender si aportaciones como la suya.

¡ Espero que os haya resultado interesante!

 

UN PASEO POR EL MISTICISMO EVOCADOR DE LAS NATURALEZAS DE CASPAR DAVID FRIEDRICH

Entre las efemérides de todos los colores y sabores que salpican el panorama del día una lo adorna como pocas en el plano artístico: El aniversario del fallecimiento en la localidad alemana de Dresde un día como hoy de 1840 de Caspar David Friedrich, adalid del romanticismo alemán en pintura, junto a su coetáneo Philipp Otto Runge.

Pintura de Runge, el otro romántico alemán.

No es ningún secreto que una de mis épocas históricas predilectas es el siglo XIX, repleto de convulsiones sociales y políticas, y jalonado por personalidades en el ámbito de la cultura que hacen de esta centuria una de las etapas más fascinantes  de conocer, al menos para mí.

Las Afinidades Electivas

Justo es reconocer que el Romanticismo tiene su germen y nacimiento en Alemania, aunque Gran Bretaña le siga de cerca. Personajes de la talla de Goethe, cuyas Afinidades electivas dejaron tan viva impronta en mí el pasado año, o el grandísimo Wagner,con su Epopeya del Anillo del Nibelungo, al que conozco muy bien por la confesa predilección que por él siente mi padre desde mi infancia, son ilustres hijos del pueblo germano.

Epica imagen del Anillo del Nibelungo, del gran Wagner

En ese caldo de cultivo nace el protagonista de esta semblanza, Caspar David Friedrich. Mi primera impresión sobre él la tuve en una muestra organizada hace  varios años en el Museo del Prado, en 1992,  y ya ejerció un poderoso hechizo sobre mí.

Caspar David Friedrich era el sexto de los nueve hijos de Adolf Gottlieb Friedrich, un fabricante de velas y jabones de Greifswald y su esposa Sophie Dorothea Friedrich, de soltera Bechly. Greifswald pertenecía entonces a la corona sueca.

Los sucesivos fallecimientos que tuvieron lugar en su familia, entre ellos el de su madre y su hermano Johann Christoffer, fallecido trágicamente en la nieve al  salvarlo a él mismo dejaron una vivísima impronta en su memoria, hasta el punto que la muerte se convertirá en leit motif de su paleta.

De la Escuela de Dibujo de su Greifswald natal, en la que pintó varios paisajes de su lugar de nacimiento  pasó a una Escuela de Copenhague, donde realizó vaciados de modelos en yeso, formándose esencialmente como dibujante.

¡Que sutileza y poesía en este dibujo de árboles!

Acaba por trasladarse a Dresde, cuna de todo el movimiento pictórico alemán, y en esa localidad siguió viviendo hasta su muerte. Allí frecuentó los círculos filosóficos y literarios, convirtiéndose en un filósofo más.

Tras un intento de suicidio le sobreviene su primer éxito, que data de 1805 cuando obtuvo un premio compartido en un concurso artístico organizado por Goethe en Weimar, gracias a dos paisajes dibujados en tinta sepia.

Sus convicciones defendían la libertad de opinión y una mayor participación de la clase media en las decisiones políticas. El avance de Napoleón propició la creación de la Confederación del Rihn. La postura del pintor fué claramente anti-francesa.

¿No se asemejan las ramas de los árboles a dedos misteriosos, que parecen atraparnos hacia dentro, como tentáculos mágicos?

En 1808 pintó su primera gran pintura al óleo: La cruz en la montaña  El cuadro era poco habitual y desató una fuerte polémica. No obstante, en este cuadro se basa gran parte de la fama de Friedrich y su éxito financiero, abriendo el camino a la pintura romántica en Alemania. Se trata de una de las primeras obras en las que imprime ya su concepción del «paisaje sublime», una nueva modalidad que será muy imitada. «Otorgó a lo familiar la dignidad de lo desconocido», dijo el poeta Heinrich Von Kleist  de Friedrich.

El impactante oleo, todo un universo evocador de sensaciones. El hombre inerme ante la naturaleza.

En esa época es cuando realiza varios viajes por el Báltico. La naturaleza agreste, salvaje, la fuerza y rotundidad de los glaciares se quedaron impresas en su mente. He aquí una de las obras del autor que más me sobrecogen.

El mar glaciar.

Caspar David Friedrich contrae matrimonio a los  44 años  con la joven Christiane Caroline Bommer, de 25 años. Tuvieron dos hijas y un hijo. De esa época, una de las más felices en la vida del pintor pinta Los acantilados blancos de Rugen

Los personajes, siempre de espaldas, nos introducen en la naturaleza, siempre misteriosa.

El caminante sobre el mar de niebla. Parece pensativo, dubitativo acerca de si adentrarse en esta espesa niebla, mágica, que le atrae tanto como le asusta.

Pero la situación política comenzó a tomar una deriva que no le gustaba en absoluto. Comenzó la censura, y medidas represivas que culminaron con la muerte de algunos de sus amigos intelectuales, lo cual fué minando su salud psíquica.

El mar y la noche, dos elementos insondables.

La depresión se agudiza por motivo del asesinato en 1820 de su amigo el pintor Gerhard von Kügelgen. Se traslada a las afueras de Dresde a una casa desde donde contempla melancólico el paso de las embarcaciones. Entonces recibe la visita del príncipe ruso Nicolás de Rusia, que adquirirá gran número de obras. Esto será su postrero soplo de aire fresco.

A su juicio, el arte debía mediar entre las dos obras de Dios, los humanos y la Naturaleza. Con este punto de vista se acerca a las bellezas naturales, en cuya representación procesó tendencias y sentimientos. Sus obras no son, por lo tanto, imágenes de la Naturaleza, sino de un sentimiento metafísico, inaprensible. El primer plano y el fondo, separados a menudo por un abismo, se relacionan entre sí.

Las ruinas del cementerio. La muerte, otro motivo recurrente.

El espíritu que domina la obra de Friedrich es radicalmente romántico: abundan las escenas a la luz de la luna, espacios gélidos (mar de hielo, campos helados), las noches, paisajes montañosos y agrestes. Cuando incluye elementos humanos, suelen ser de carácter sombrío, como cementerios o ruinas góticas. Una y otra vez aparecen elementos religiosos, como crucifijos o iglesias.

Otra de sus características cruces en medio del camino. Esta vez con Iglesia de fondo.

Según él  la auténtica humanización, se encuentra en la Naturaleza, de esta manera logra una metáfora visual de la disolución del individuo en el «todo»

Megalitos, creaciones ancestrales del pasado.

A mí simplemente me fascina toda su trayectoria, la obra de un hombre profundo, que supo lograr una simbiosis casi perfecta con la naturaleza, ejerciendo un enorme poder sugestivo e hipnótico en el espectador.