El pasado jueves tuve el enorme privilegio de conocer en petit comité a Paula Varona, pintora artífice de la nueva imagen del calendario de la Fundación MAXAM,y que responde al título Luz en Páramo de Masa.
Como ya escribí un post sobre la fundación el pasado año, cuando la artista fue otra mujer, Isabel Quintanilla, no abundaré sobre las cosas que en él conté. A grandes rasgos, para quienes no lo leísteis, Alfred Nobel concedió en España a Amadeo de Saboya la potestad de fabricar explosivos. La primera sede de la fundación, entonces conocida como AEE, estuvo en Bilbao en 1876. Eran los comienzos en España de una naciente industria que no hizo sino crecer con el tiempo.
En 1900 comenzó en el seno de la misma la costumbre de crear un almanaque, que fuera su seña de identidad, dentro de los criterios de humanismo que iba adquiriendo. La primera se le encargo al artista historicista romántico Arturo Mélida, responsable de la realización y embellecimiento de varios edificios de la época, como la Real Academia de Ingeniería de Madrid. Esta fue su propuesta:
A lo largo del devenir histórico de la fundación, personajes de la talla de Manuel Benedito han dejado allí cumplida huella.
En el apartado de mujeres la primera que aparece en la colección es la realista Amalia Aviá, a la que profeso gran admiración.
Y ahora me centraré en Luz en Páramo de Masa y en su autora, Paula Varona, una mujer que cautiva desde el minuto cero con su elegancia, su sencillez, su saber estar, y una poética pictórica que emana cultura y humanismo. Nos contaba Paula que cuando pinta le gusta que el espectador se sienta tan cómodo y feliz que quiera perpetuar el momento de contemplación, llevándose la obra de arte a su casa. Eligió una de las Sedes que la Fundación tiene en el páramo de Masa, en Burgos, y contó que elegir el módulo que más le convenciera no fue tarea fácil. Ante la obra se siente una sensación hipnótica y evocadora. La impresión climática de frío también se capta a través de los sentidos.
Paula transmite casi hasta los olores de las pequeñas matas en color verde y morado que pueblan el suelo. La naturaleza y la tecnología del edificio, magistralmente ejecutado con sutiles sombras que le dan volumen y entidad, se funden en perfecta armonía. Y como elemento rompedor el rojo del cartel con las siglas de la fundación nos interpela, rompiendo tímidamente ese equilibrio logrado.
Compartiré con vosotros un vídeo muy esclarecedor del proceso de producción de esta obra de Paula. Ella es mucho más que esta obra, pero como he tenido la fortuna de que me invite a visitarla en su estudio eso queda pendiente para un post futuro. Mil gracias a Ana y a Lucas por lograr que la magia fluyera en una atmósfera inolvidable, la Casa de Vacas del madrileño parque del Retiro
Aquí aparezco con ella. Un gran descubrimiento al que pusimos la rubrica de oro en el restaurante El Paraguas, en la Calle Jorge Juan