EL PALACIO DE LOS CONDES EN FUENTIDUEÑA: NOBLES POR UN DÍA EN EL EVENTO DEL OTOÑO

El pasado sábado tuve la fortuna de disfrutar en el evento del otoño, a saber, la Feria de las Bodas en el Palacio de los Condes, en Fuentidueña, Segovia.

foto de FUENTIDUEÑA

Antes de contaros en qué consistió tan magno evento, permitidme que describa previamente el magnífico continente en el que tuvo lugar: el Palacio de los Condes. Un señorial edificio que atesora siglos de historia, y que se ha convertido en la maravilla de que hoy disfrutamos gracias al tesón, la ilusión, el trabajo y la constancia de Francisco y Esther, sus propietarios. Hagamos historia:

Fuentidueña está declarada Bien de Interés Cultural. Dicha distinción está avalada por la existencia de un castillo, del que hoy desafortunadamente sólo se conservan las ruinas, y ni más ni menos que tres iglesias enclavadas en la villa, a saber: Santa María, la arruinada de San Martín, y la de San Miguel.

Ábside de San Miguel

A medida que te acercas al lugar, también denominado tierra de pinares, te flanquean el paso hileras señoriales de árboles que, como soldados en formación, parecen escoltarte hacia el lugar, rodeado de una enorme riqueza natural (las Hoces del Duratón están al lado)  A mí particularmente, amante del arte como soy, me resultó como algunos de los cuadros de Hobbema.

Como curiosidad os contaré que el abside de la segunda viajó a New York en un trueque que realizó el estado español con el americano, que restituyó en su lugar las pinturas de San Baudelio de Berlanga, que obraban en su poder. ¡Tantas cosas maravillosas de nuestro singular Patrimonio habrán sido vendidas en operaciones que desconocemos!

Cuentan que estando el conde de Montijo en Fuentidueña, al ver que sus vasallos pasaban parte de sus jornadas de trabajo ociosos, sin asistir a misa en las ya existentes iglesias, que ellos consideraban inaccesibles, lejanas e incómodas, decidió construír una en su propio palacio para facilitarles tan piadosa costumbre.

La capilla del Palacio de los Condes de Montijo, así denominada por el vecindario de la villa, se construyó entre los años 1717 y 1720, siguiendo el modelo de la capilla del Palacio Real de Madrid, y muy pronto pasaría a convertirse en uno de los principales símbolos de Fuentidueña.

Tras una amplia etapa de esplendor, lamentablemente en 1921 el Obispo decretó su cierre al negarse la entonces propietaria, la duquesa de Tamames a financiar las reparaciones. La otrora espléndida capilla pasó a un estado de lamentable abandono.

Y probablemente fué el eco misterioso de los cánticos de esas misas, impreso en los muros, el que llamó misteriosamente a Maria Encarnación Arévalo, vecina de Peñafiel, y a Francisco García de la Iglesia, su socio, que quedaron maravillados con sus ruinas.

El entusiasmo y la pasión, tanto de Francisco como de su esposa Esther, laten en cada retazo, en cada lugar del bellísimo resultado final. Encontraron durante su restauración no pocos escollos; pero su tenacidad, constancia, y el amor por el lugar pudieron más que todas ellas. No es de extrañar, pues, que logren un binomio perfecto entre la tradicional estructura y la modernidad que se palpa en los detalles.

Poder dormir al lado del rosetón…¡menudo lujo!

Curiosa la forma en que han conservado la cúpula, gracias a que, según me explicó Francisco, el tambor estaba prácticamente intacto. Han dejado un aparente inacabado en algunos fragmentos de la misma, y ello le confiere un sorprendente aspecto.

En las pechinas imágenes de los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, tierra y fuego.

En la entrada nos recibe una reproducción de la Escuela de Atenas, y multitud de fotografías que nos muestran ese proceso de reconstrucción del espacio. En la primera planta un original montaje de antiguas casullas de la iglesia enmarcadas, nos proporcionan ecos de aquellos tiempos…nada se ha dejado al azar en este tesoro pétreo.

He de decir que ya estoy trabajando en rutas turísticas que acerquen al público hacia este maravilloso lugar. Reivindiquemos su importancia, tal como merece. Gracias a Noemí por su delicadeza y por hacernos sentir como en casa, gracias a Mari, que nos regaló el estómago con productos de la tierra, realizados con mimo y dedicación, y a todos los que hicieron del sábado un día francamente inolvidable.

El post sobre lo que allí aconteció lo encontraréis en http://www.Artendencias.wordpress.com.

Espero que os haya gustado. ¡Hasta la próxima!